martes, 12 de marzo de 2013

David Meza, o la cosmología del sueño. Por Arturo Sánchez


Podemos ver al mundo como una respuesta orgánica del sueñoDM
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Dice Yves Bonnefoy que una de las grandes diferencias entre la lectura de novela y la lectura de poesía es que el lector de una novela no levanta jamás la vista del papel, sino que va consumiendo páginas sin descanso; una de las características del género narrativo es que permite ser devorado. Sin embargo, continúa Bonnefoy, en la lectura de poesía sucede el fenómeno opuesto: tendemos a levantar la mirada constantemente, a tomarnos multitud de breves pausas para dejar que el texto poético se sedimente en nuestra conciencia. Levantar la mirada del papel con frecuencia es signo de que el texto poético cumple su propósito, pues solo en la interrupción se cumple la poesía. Sin embargo, algo especial sucede con la poesía de David Meza (Ciudad de México, 1990) en El sueño de Visnu(El Gaviero Ediciones, 2012), puesto que nos encontramos frente a una poesía que permite ser devorada – o incluso que lo exige, en un torrente de imágenes que, a medida que son consumidas, aumentan la avidez del lector. Las noventa páginas del poemario piden ser devoradas, acaso sin levantar la mirada ni una sola vez.

Esta devoración del texto tiene que ver con una poética del desbordamiento. De hecho, solo hace falta ojear el libro, ver la disposición tipográfica y la volumetría de los párrafos para que el adjetivo “desbordante” se imponga como inevitable. David Meza introduce al lector (suerte de lector-buzo) en un torrente poético inagotable, en el que las imágenes se suceden a cada frase en un flujo continuo, creando una imaginería de una riqueza inaudita.  De hecho, el arte de la imagen en David Meza no deja de recordar a la “imagen surrealista” tal como fue definida y planteada por André Breton: es decir, como una asociación fortuita, casi accidental (que tiene que ver con la iluminación) entre dos realidades que, al colisionar en la imagen, producen un destello que es la esencia de lo poético. Cuanto más cercanas o similares sean las dos realidades que se comunican en la imagen, más pobre será el efecto de dicho destello. Cuanto más alejadas estén (es decir, cuanto más difícil de premeditar sea su asociación), más potente será. El arte de la imagen surrealista según Breton consiste pues en hacer colisionar dos realidades distantes en una asociación improbable; colisión de la que surge una chispa extraña pero que se impone como exacta, necesaria, aunque su exactitud no pueda ser razonada. Si tuviera algún sentido hablar de algo parecido a una “imagen surrealista” para describir el estilo de un joven poeta mexicano del siglo XXI, habría que decir que David Meza la practica con un acierto impresionante.
Emilio me mostró a los chicos de la playa, pero me dijo que no podía besarlos porque  sus labios ardían y en ellos estaban las semillas del futuro. Encima del mar galáctico volaba el pájaro vagabundo, su reflejo se repetía como un caleidoscopio de estrellas. Mis amigos y mis amigas comenzaron a bailar con los muchachos de la playa, mientras Frida y yo íbamos a los montes del pasado a cazar mariposas. Mi madre construyó  un sarcófago de barro para sepultar el cadáver del sol. Mi madre fue asesinada por Adán en la mano derecha de un marciano. Crecí ocultándome de los colores en el interior de los arbustos. El sueño me mordía la nuca. Recuerdo  que los grillos saltaban de planeta en planeta hasta ser tragados por un hoyo rojo en el espacio, cuya terminación era mi pecho que se abría y chorreaba instrumentos rotos.   
Sin embargo, una de las cosas que aleja a la escritura de Meza de los objetivos surrealistas es el acaso paradójico grado de control al que es sometido el torrente de imágenes (mucho más relacionado en el surrealismo con la escritura automática). Contemplando el desfile de la imaginería del mexicano, tenemos irremediablemente la sensación de estar frente a un desbordamiento controlado.

Para explicar este fenómeno estilístico deberíamos antes echar un vistazo al proyecto global de David Meza, sorprendente por su ambición y su complejidad.El sueño de Visnu es el primer volumen de la trilogía Trimurti, que debe ser completada por El sueño de Brahma y El sueño de Siva. A su vez, El sueño de Visnu está dividido en dos partes o libros: Rebeca Luis, que corresponden a distintas voces poéticas con diferentes búsquedas estilísticas. Esta estructura ordenada y jerarquizada, y su referencia a la triple divinidad hinduista creadora y destructora del universo, comienzan a revelar la ambición literaria de David Meza: el establecimiento de una cosmología poética. Dentro de este proyecto, el primer volumen corresponde al instante de creación (Visnu es el dios creador del Trimurti), con Rebeca como “reencarnación” y Luis como “crecimiento”. El texto de David Meza nos convierte en espectadores de un nuevo nacimiento del cosmos.

En verdad, la intuición de un desbordamiento controlado empieza a cobrar sentido. El texto de Meza nos transporta a un mundo de torrencial belleza, con bloques de texto de varias páginas en los que desfilan imágenes tras imágenes, que se asemeja a la belleza de un caos primordial, un caos fundador, en el que empieza a nacer un orden: el orden poético. David Meza no se cansa de repetirlo: la poesía no se escribe, se sueña. Y la esencia del sueño es el caos. Lo que surge de este primer libro es, en cierto modo, una definición de la poesía como un sueño ordenado.
Y en ese momento, al fin, comprendí que los sueños, o van en contra de la segunda ley de la termodinámica, o son la manifestación más hermosa del caos. 
 El objetivo – o tal vez no ya el objetivo sino la consecuencia inevitable – de esta cosmología del sueño no es otra que la (re)creación de lo que Meza llama recurrentemente el uni-verso, y que debemos interpretar, en primer lugar, en su sentido astronómico. Sin embargo, también es lo que está unido por el verso, o mejor dicho, unido como un verso. Desde este punto de vista, la composición poética del caos hace del poema el uni-verso; pero también el hombre es el uni-verso, y sobre todo, el universo es el uni-verso. Para entendernos, la idea clave es la siguiente: David Meza comprende que el poema es un hermoso ordenamiento del caos. Del mismo modo se podría definir el funcionamiento del universo (del cosmos, que no significa otra cosa que orden a partir del caos), del hombre, de cualquier ser vivo, tal vez incluso de cualquier objeto. Desde este punto de vista, la palabra es un ser vivo, y el poema es un organismo, al igual que el hombre y el universo: el poema es el uni-verso, y el uni-verso no tiene una esencia distinta a la del poema. Poema, hombre y uni-verso son ontológicamente idénticos.
Yo confesé que era escritor, primero, a mí mismo, una noche en cuyo cielo no había estrellas y le dije a Gaby que El cielo estaba avergonzado de sus astros. (No porque expresara lo inexpresable, ni porque apresara lo inapresable, sino porque entendí que la Palabra es un ser vivo y también tiene el derecho de ser libre). 
David Meza contribuye a la tarea de reconciliación entre las disciplinas artísticas y científicas que algunos poetas han venido trabajando los últimos años, y propone sobre todo una idea brillante: la poesía no es una forma de ver el mundo, sino que es una forma de crearlo de nuevo; de igual manera, la ciencia no descifra el funcionamiento del mundo, sino que lo crea, lo ordena y lo inventa. “Comprendo la métrica del pensamiento” nos dice, pensamiento métrico del arte y la ciencia. La conclusión que se desprende de la búsqueda de David Meza es la siguiente: todo poema tiene el poder de, literalmente, volver a crear el mundo. Tal cual.

Lo cierto es que la lectura de El sueño de Visnu cambia en el lector la percepción del universo (tanto astronómico como poético, que pasan a ser lo mismo). Peso mis palabras. De hecho, odio encontrar en reseñas, artículos o comentarios críticos frases como la que acabo de escribir: la lectura de este texto cambia el mundo, nos cambia la vida, etc. Irritantes y simplonas. Sin embargo, resulta que es muy exactamente lo que sucede con este texto. Justamente porque es una poesía que es consciente de que le es imposible cambiar el mundo – sin embargo sabe que puede crearlo de nuevo.

Esta ambición cercana a lo demiúrgico tiene una de sus razones de ser en una idea que parece obsesionar a David Meza: la idea de su generación, de las nuevas generaciones y de la renovación. Meza espolvorea su texto de manifiestos, artes poéticas y declaraciones de intenciones, a menudo brillantes y que logran no romper jamás el tono ni la estética del conjunto. Podemos pues de imagen en imagen toparnos con paréntesis de reflexión metapoética (“un hombre no poetiza al mundo, sino que desmundiza al poema que es el mundo”; “Un poeta no resignifica las palabras. Un poeta resignifica la tierra, el agua, la noche, la luz. (…) Un poeta no resignifica la tierra, el agua o la noche. Un poeta es aquel que es resignificado por la tierra, el agua y la noche”; “A Sartre / Las palabras no son el Espejo del Mundo. El Mundo es el Espejo de las palabras”), o con verdaderos poemas-manifiestos como el que encontramos al final de Rebeca, y del que reproduzco algunas estrofas:
Quiero que los poetas dejen de llamarse poetas y comiencen a llamarse sueños y que los sueños comiencen a llamarse estrellas o luciérnagas o arroyos o triciclos

Quiero que la juventud sea una postura frente al mundo y no frente a los años

Quiero que la poesía se confunda con la narrativa, y la narrativa con un tratado científico y este con un nuevo sistema planetario

[…]

Quiero ser llamado universitario no por estar en la universidad sino por estar en el uni-verso

Quiero que el poema se confunda con un tratado filosófico o un tratado político o un venado herido en la mitad del bosque

Quiero que mi nacionalidad sea la vida

Quiero que cuanta persona lea este manifiesto lo destruya y construya otro más auténtico y hermoso

Quiero que los grupos literarios de esta época contemplen entre sus integrantes a las rocas y a los ríos y a los superhéroes del espacio

Quiero que los artistas arrojen sus obras a los mares y comiencen a escribir sobre sus cuerpos

Quiero que mi edad sea la vida
Quiero que la literatura universal sea llamada en el futuro la historia de la preliteratura


Y quiero que los poemas más hermosos de mi generación sean escritos en las paredes del metro

A fin de cuentas, la obsesión primordial de la poesía de Meza es la regeneración del cosmos y la literatura, de la vida y la poesía como una sola y misma cosa. Duro con la distinción entre vida y obra (“La vida es la extensión literaria de un sueño”), con lo repetitivo, con el canon, con la academia, con la universidad y sobre todo con la resignación de los literatos, Meza nos propone recrear el mundo en un texto escrito para las generaciones venideras. Sin embargo, este no es un texto de ideas. Del mismo modo que Meza no distingue entre vida y obra, tampoco entre idea y estilo. Meza es un poeta del estilo, no de la idea – o mejor, la idea de Meza solo vive en el estilo. Su escritura se resiste ferozmente a cualquier tipo de comentario, de tentativa hermenéutica o de elucidación. Por ende, soy consciente de que todo lo que yo pueda decir sobre Meza es estéril y superficial comparado con el contacto directo con su escritura, así que voy a terminar dejando al autor la última palabra. Otro de sus morceaux de bravoure:

Déjenos la escritura, sus soles negros, sus soles rojos, sus soles verdes, sus soles de aluminio a nosotros, los que de verdad necesitamos de ella. Y no nos digan qué hacer. Tratar de darle forma de soneto a un poema que se escribe entre los empujones del metro es imposible. Uno llega muy cansado como para contar los versos, los adjetivos, las sílabas; o seguir al pie del cañón las instrucciones de Baudelaire. Este es un nuevo siglo. La poesía ya no es un lujo más de los poderosos-eruditos, la poesía es una necesidad, es un grito, es un atentado con sueños, con lápices y esa sangre que se queda pegada a la ropa. Este es un nuevo siglo y el No poder se nos muestra como un acto del pasado. Este es un nuevo siglo. En todo caso No al poder. No al poder que te da vender los sueños en un tianguis literario. No al poder que te da arrancarte las uñas y agachar la cabeza. No al poder que te dan por escribir con un diccionario en las piernas. No al poder que te da diseccionar un poema que murió hace 400 años. No al poder que se otorga a los que renunciaron al vandalismo del arcoíris. No al poder de los que leen libros como sumando puntos. No al poder de los que envejecieron a los 20 años y empezaron a llorar pintura. No al poder de los poetas para los que la vida y la obra son una cosa distinta. No a los que sustituyeron la palabra disección por la palabra vivisección  de un texto. Estamos cansados. Los poderosos nos han quitado todo. Fedro dijo “Nunca es fiel la asociación con los pudientes”, así, en español, porque Fedro no es un autor latino, sino un autor mexicano que gana tres veces el salario mínimo y contempla el vuelo de las aves. Y así, también entonces, le digo que este es un nuevo siglo, y no estamos en tiempos de cambiar el mundo, sino de crear de nuevo el mundo, y he ahí la belleza de la palabra recreo; este es un nuevo siglo, y en nuestros labios aún está la narración del mundo. 
Arturo Sánchez (10-03-2013)
(Mil gracias a Luna por el consejo de lectura)
Fuente: www.palpitatiolauri.com/

1 comentario:

José Valle Valdés dijo...

Un análisis estupendo; que llama, con verdadera fuerza, el deso de leer el poemario.

Gracias por compartírnoslo.

Saludos