domingo, 24 de marzo de 2013

Sobras de Maite Dono por Diego Moya



MAITE, AMA DE NADA, NO «SOBRA» NADA

Cierro los ojos y visualizo una figura. Quizá sea Maite, Maite Dono, ella (mujer), ella, fulgurante, viral, amante, desnuda, sagaz, triste... la luna de agosto dibuja y vislumbra su cuerpo, solitario poema, niña furiosa, que rompe su garganta... Maite acostada, redimida, rendida... Es Maite, sí, allí donde la tierra se une con la sangre, donde las «Sobras» se deshacen y se funden con la mortalidad de los elementos.

Maite Dono, autora del poemario «Sobras», publicado por El Gaviero Ediciones es un camaleón que viaja de su ser a su no-ser, de un yo a otro, de una voz a un grito, de un recuerdo a un llanto, de un sol a una noche, del amante al muerto, del muerto a la sangre. Su poesía es orgánica, como la piel, nuestra piel, como todo lo que nos sobra pero no podemos arrojar ni vaciar ni descargar... Su voz, fundida con la sonoridad del ritmo, se hace silencio, se presume asimétrica, se invade de placeres, de manos que ya no existen, de razones, miles de razones que son poemas, versos que acarician cielos y pájaros, bóvedas y cortinas, fobias y filias, sexo y suciedad, odio y arena.

«Con las uñas y los dientes del silencio
He arrancado lentamente esta carne caliente
Humeante carne de amar
Humeante marmita de emoción
Emoción-revolución
Sólo siento
Sólo soy esto
Te jodes

...
Ahora siéntate y escucha»

Los poemas de «Sobras» están repletos de criaturas, seres marchitos, suicidas de medianoche, esperas sin relojes, visitas al infierno... los versos de Maite gritan desde el poder de la gloria, desde la playa que nadie imagina, desde el desierto pintado de noche, que no negro, pero sí tiniebla; desde el horizonte culpable de amor/amar.

«Mi piel responde a la brisa
Y tú
Quién demonios eres tú?»

Su poesía va más allá de lo inquieto, sobrepasa lo real, desprecia lo dimensionable para convertirlo en una celda donde todo, ella, Maite, se encierran para romper paredes y cristales, arañar miedos y locuras. Se siente su cuerpo, su fuego, su luz, su hambre, su sexo... esa niña atrapada en el tiempo irreal de los relojes de arena, esa mujer con un corazón ahogado, esa quietud calurosa del deseo que invade y duele. Los versos de Maite penetran tu piel, inoculan tu cuerpo de métricas leyes y morbosas imágenes. Te buscan, te penetran, te hieren, te marcan, te aman, te odian... se expanden y arrasan el universo más humilde, ése que somos, que nos sobra y nos roban; ése que mató el pasado.

«... Y por detrás de la noche algo me acaricia
Es mi único alivio
Alguien me escupe entre los ojos
Alguien sabe
Me odio»

Lees a Maite y escuchas la velocidad de la vida, la mortalidad del silencio, el vacío de las llamas, el grito al final de la casa donde esperan los infames, los rebeldes, los que nos matan con espacios preñados en blisters...

Lees a Maite y pides que nunca acabe de contarnos que resistir es invadir de sobras nuestra vida. Lees a Maite y suplicas despertar en un parque lleno de columpios oxidados, lees a Maite y juras volver a querer/amar a todos aquellos que sobran de tu memoria... La plenitud de sus palabras es el oleaje de su combate. La capacidad de Maite para hacernos ver el (desván) que somos es mucho más que magistral. La fuerza geofísica de su voz convierte la poesía en un gen a la medida de la pureza más dulce y temblorosa. Sí, porque leer a Maite Dono es temblar de placer, temblar en el Edén.

Silencio, se desnuda, lentamente, se acerca hasta la orilla, y se sumerge en el mar, el mar poético que te ahoga de bestial belleza. Esto es «Sobras».

«Qué fácil rendirse
A la belleza
Te amo»

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